I-Estás ahí?
A-Claro
I-Estoy muy triste
A-Normal
I-He paso mucho. Sólo yo lo sé
A-No te olvides que yo también lo sé
I-Pero, tu no has estado en mi piel. No es lo
mismo. Estoy desolada. Y no precisamente por la ausencia, sino por la
presencia, digamos, no efectiva.
A-¿Quieres decir, aquello de más vale sola que
mal acompañada?
I-Bueno, estoy bien acompañada. Tengo unos
hijos y un marido que, hoy por hoy, son lo mejor que se puede desear, tu lo
sabes.
A-Entonces?
I-Tengo la sensación de haber dado mucho. Mi
vida se puede resumir en una palabra: servir. Sólo hago que servir. Y me gusta,
eh? pero ya está bién de que encima me machaquen.
A-Chica, tampoco es para tanto. Nadie te
machaca. Si te gusta servir es tu problema, no?
I-Ya, ni siquiera tu, mi mejor amiga, me
comprende. Sólo tengo ganas de dormir, dormir y desconectar.
A-Tu lo que tienes es ganas de llorar, que no
es igual.
I-Quizá...
A-Pues?
I-Estoy cansada.
A-Pues no te lo puedes permitir. La vida
sigue, por lo menos para ti.
I-¿No se podría uno morir un ratito?
A-Me temo que no. La vida es un tren que
siempre está en marcha. No puede parar. Sólo te queda una opción: seguir
echando leña a la máquina. El tren no puede parar y tu tienes el deber de
evitar que pare. Así que ya sabes...
I-Si. Siempre soy yo quien echa leña a la
máquina y encima me dicen que la tiro mal. Pero nadie coge la pala y me ayuda a
mantener el tren en marcha.
A-Eso ya lo hemos hablado muchísimas veces. No
debes mirar lo que hacen los demás, sinó que és lo que debes hacer tu. Sabes
que ese principio es lo que te ha dado la fuerza todos estos años. Sólo debes
tener un poco más de paciencia. Todos estamos mal.
I-¿Más paciencia? Tengo ganas de descansar.
A-¿Descansar? ¿Y eso que es lo que es? Jajaja.