Daga de amor
La mano callosa de él se posaba en la suave piel de ella. Luego, con su musculoso brazo, rodeó su cintura acercando a la mujer contra su pecho. A ella le salía el amor del alma como si fuera una enorme daga que atravesaba el cuerpo de ambos.
El hombre estrechaba a la mujer más y más hasta sacarle el último suspiro de sus pulmones.
No hablaban, no era necesaria la palabra. Con el aliento y el latido de los corazones se lo decían todo. Así dormían, fundidos los dos cuerpos en uno solo, llenos de amor de uno mismo y del otro. Estaban juntos, nada malo podía suceder.