martes, 26 de septiembre de 2017

14.LA MADRE DE TODOS LOS VIAJES




*Día 14

Anoche teníamos el vuelo desde Sídney a Brisbane cancelado por fuertes vientos. En información del aeropuerto nos dijeron que esta mañana podríamos viajar. Pero el viento seguía soplando en el continente australiano, bueno, tan solo en el cielo entre la ciudad de partida y la cuidad de llegada. Nos decían que quizá esta noche podríamos volar. Por nosotras no había problema, pero Xavi ya ha perdido un día de trabajo. Además, ¿quien asegura que Eolo dejará de soplar esta noche, mañana o pasado?  ¿Y si se demora el vuelo varios días? 
   La solución, tomar un tren. Cuánto menos, tenemos asegurado que Xavi podrá trabajar mañana aunque haya dormido poco, mal, o poco y mal. 
   Hoy día los celulares ya forman parte de nuestro ser. Pues bien, en Australia, en Sídney, en la cuidad más avanzada del país, más avanzada de Oceanía, los trenes no disponen ni de enchufes USB para cargar las baterías de los móviles, ni red wifi. Peor, por lo visto no hay antenas repetidoras de internet en la mayoría del recorrido. 
   Ahora bien, viajar en tren implica ver paisajes, no nubes. Supone ver árboles, animales, casas... ¡Incluso canguros salvajes!  Me ha sorprendido las edificaciones de los pueblos; me ha recordado a los bungalós de cámpings. Son sencillas construcciones de madera. Las casas, muy juntas, suelen estar construidas sobre columnas también de madera dejando un primer piso sin construcción. Tengo entendido que es para evitar inundaciones cuando se desborda el río. 
   Eso sí, el paisaje es algo sorprendente. No hay montañas. Hay desniveles suaves y redondeados. El suelo parece estar enmoquetado de un verde intenso. Hay algunos árboles con pocas hojas que se agrupan formando pequeños bosques, generalmente algo distanciados entre si, dejando ver claramente el verde tapiz. 
   Sensación extraña y agradable de ver el horizonte a través de los árboles. Indescriptible ver el ocaso del Sol a través de las ramas medio desnudas de los árboles, sabiendo a ciencia cierta que la estrella se pierde tras miles de kilómetros, en el extremo opuesto de esta gran isla. 
   Me ha llamado la atención la multitud de riachuelos con agua abundante que corre mansa, tan mansa que es casi imperceptible el movimiento. En algunas hondonadas de almacena agua en pequeñísimos lagos (o gran charco). También he visto ríos inmensos donde barcos iban cauce arriba. 
   Desde mi ventana he visto varios grupos de vacas pastando en los amplios campos verdes. Y he tenido el placer de ver una familia de canguros salvajes. Han sido pocos segundos, porque el tren no se detiene, pero me ha quedado grabado en mi retina: canguros pequeños, medianos y grandes; unos quietos, otros caminaban como si no supieran muy bien hacia donde; y uno, el más grande, comenzó a saltar en dirección norte, buscando uno de los pequeños bosques que he descrito, y abandonado un pequeño lago. No olvidaré la instantánea de los canguros como tampoco olvidaré el color del cielo tras los escasos árboles cuando el sol se despedía. 

Toda esta maravilla me ha durado menos de tres horas, pues la noche ha llegado. Tras las ventanas tan solo se ha podido ver el reflejo del interior del tren. 

Soy consciente que este post es sumamente largo, pero he tenido que sustituir con las palabras lo que la cámara no ha podido retratar.

4 comentarios:

  1. Muchas gracias Juani, gracias a tu relato he "visto" los canguros y el paisaje. Qué bonito lo que habéis vivido.

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    1. Si. Ha sido una gran experiencia para mí. ¿Quien me iba a decir que iba a viajar al "fin del mundo"? A veces se cumplen sueños que ni habías llegado a soñar.

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  2. Todo se lo debes a tus dos hijos uno por irse a Australia i el otro por hacer posible este viaje, porque tu sola no hubieses ido tan lejos.
    Juani está muy bien redactado ya no me hace falta de ir a Australia porque tu lo retrata tal cual

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    1. Siempre estaré agradecida a mis hijos. Realmente ellos me empujan.

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