*Día 14
Anoche
teníamos el vuelo desde Sídney a Brisbane cancelado por fuertes
vientos. En información del aeropuerto nos dijeron que esta mañana
podríamos viajar. Pero el viento seguía soplando en el continente
australiano, bueno, tan solo en el cielo entre la ciudad de partida y
la cuidad de llegada. Nos decían que quizá esta noche podríamos volar.
Por nosotras no había problema, pero Xavi ya ha perdido un día de
trabajo. Además, ¿quien asegura que Eolo dejará de soplar esta noche,
mañana o pasado? ¿Y si se demora el vuelo varios días?
La solución, tomar un tren. Cuánto menos, tenemos asegurado que Xavi
podrá trabajar mañana aunque haya dormido poco, mal, o poco y mal.
Hoy día los celulares ya forman parte de nuestro ser. Pues bien, en
Australia, en Sídney, en la cuidad más avanzada del país, más avanzada
de Oceanía, los trenes no disponen ni de enchufes USB para cargar las
baterías de los móviles, ni red wifi. Peor, por lo visto no hay antenas
repetidoras de internet en la mayoría del recorrido.
Ahora bien, viajar en tren implica ver paisajes, no nubes. Supone ver
árboles, animales, casas... ¡Incluso canguros salvajes! Me ha
sorprendido las edificaciones de los pueblos; me ha recordado a los
bungalós de cámpings. Son sencillas construcciones de madera. Las casas,
muy juntas, suelen estar construidas sobre columnas también de madera
dejando un primer piso sin construcción. Tengo entendido que es para
evitar inundaciones cuando se desborda el río.
Eso sí, el paisaje es algo sorprendente. No hay montañas. Hay
desniveles suaves y redondeados. El suelo parece estar enmoquetado de un
verde intenso. Hay algunos árboles con pocas hojas que se agrupan
formando pequeños bosques, generalmente algo distanciados entre si,
dejando ver claramente el verde tapiz.
Sensación extraña y agradable de ver el horizonte a través de los
árboles. Indescriptible ver el ocaso del Sol a través de las ramas medio
desnudas de los árboles, sabiendo a ciencia cierta que la estrella se
pierde tras miles de kilómetros, en el extremo opuesto de esta gran
isla.
Me ha llamado la atención la multitud de riachuelos con agua abundante
que corre mansa, tan mansa que es casi imperceptible el movimiento. En
algunas hondonadas de almacena agua en pequeñísimos lagos (o gran
charco). También he visto ríos inmensos donde barcos iban cauce arriba.
Desde mi ventana he visto varios grupos de vacas pastando en los
amplios campos verdes. Y he tenido el placer de ver una familia de
canguros salvajes. Han sido pocos segundos, porque el tren no se
detiene, pero me ha quedado grabado en mi retina: canguros pequeños,
medianos y grandes; unos quietos, otros caminaban como si no supieran
muy bien hacia donde; y uno, el más grande, comenzó a saltar en
dirección norte, buscando uno de los pequeños bosques que he descrito, y
abandonado un pequeño lago. No olvidaré la instantánea de los canguros
como tampoco olvidaré el color del cielo tras los escasos árboles cuando
el sol se despedía.
Toda esta maravilla me ha durado menos de tres horas, pues la noche ha llegado. Tras las ventanas tan solo se ha podido ver el reflejo del interior del tren.
Soy
consciente que este post es sumamente largo, pero he tenido que
sustituir con las palabras lo que la cámara no ha podido retratar.
Muchas gracias Juani, gracias a tu relato he "visto" los canguros y el paisaje. Qué bonito lo que habéis vivido.
ResponderEliminarSi. Ha sido una gran experiencia para mí. ¿Quien me iba a decir que iba a viajar al "fin del mundo"? A veces se cumplen sueños que ni habías llegado a soñar.
EliminarTodo se lo debes a tus dos hijos uno por irse a Australia i el otro por hacer posible este viaje, porque tu sola no hubieses ido tan lejos.
ResponderEliminarJuani está muy bien redactado ya no me hace falta de ir a Australia porque tu lo retrata tal cual
Siempre estaré agradecida a mis hijos. Realmente ellos me empujan.
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