Domingo 6 de abril de 2025
De Jerez de la Frontera a Cádiz hay prácticamente lo mismo que desde Terrassa a Barcelona. Ir en coche es, pues, como un paseo, pero por un lado nos queríamos quitar el problema del aparcamiento, y por otro nos hacía ilusión viajar en tren. ¡Y qué decisión tan acertada!
Sacamos los billetes de ida y vuelta, que con la tarjeta dorada nos costaron poquísimo. La gran sorpresa fue pisar el andén. Entonces descubrimos que las paredes estaban llenas de azulejos en tonos azules. ¡Precioso! Cómo se nos notaría la cara de embobados mirando las paredes que un hombre joven que acababa de acceder también al andén se nos acercó para decirnos:
—Bonito, ¿verdaa? Esta es la primera estassiión d’Andalussía. De aquí salían bidonee cargaitoo de vino pa toaa partee del mundo. Y por fin ha dejao de llovee…, que la Virgen de la Cueva s’ha pasao este año. Mi marío disse que como caiga una gota máa de agua, en vee de ponerle velaa y cantarle, le va a ponee alfileree a la Virgen. Le va a hassee vudú.
Que gracioso el jerezano. Es curioso como la gente de esta zona se presta a hablar cuando notan que somos de fuera. La verdad, se agradece mucho.
Cuando paró el tren en Cádiz, una muchacha alta con el pelo largo y rizado que viajaba en nuestro vagón quiso ayudarnos a bajar. Yo le hubiera dicho: «No hace falta, puedo bajar sin ayuda», pero solo por hacerla sentir bien acepté tomar su mano. Le dimos las gracias, y la chica salió a toda prisa de la estación. Qué agradable persona, la verdad. Caminamos por el barrio del Pópulo hasta llegar al mar, que estaba cerca. El día era estupendo, muy soleado; eché de menos mi sombrero. Pasamos por la plaza de San Juan de Dios y por el ayuntamiento. En el paseo, ante el mar, vimos enfrente del mirador la Torre del Sagrario. Unos metros más allá se encuentra la catedral de Cádiz, donde se puede apreciar a simple vista una gran variedad de estilos arquitectónicos.
En la plaza era complicado caminar, pues ya estaban preparando las gradas para presenciar las procesiones de Semana Santa. Como había un restaurante que parecía tener buena pinta, nos sentamos en el interior.
¡Sorpresa! La camarera que nos trajo los platos era la muchacha que nos había ayudado a bajar del tren. Hablé luego con su jefe y le dije aquello que siempre sostengo, que para ser buen profesional primero hay que ser buena persona, y que la camarera cumplía con las dos cosas, por lo que ya podía estar contento y orgulloso del personal que tenía trabajando.
Queríamos ver muchas cosas de Cádiz, y ya solo nos quedaba la tarde. Por lo tanto, decidimos subir a un bus turístico.
Después de bajar fuimos a la plaza de San Carlos, donde hay un monumento conmemorativo de la constitución del 78, con las estatuas de las personas que la redactaron. También paseamos un poco por el barrio de Santa María. No nos dio tiempo de subir a la Torre Tavira, donde dicen que se ve una vista preciosa de Cádiz, ni de entrar en el castillo de San Sebastián; tampoco de ir al parque del Genovés. En fin, que Cádiz es para volver, pero para hospedarse en la misma ciudad y recorrerla con tranquilidad. Le dejo la banderita verde del «Quiero ir» en el Google Maps.
De vuelta a la estación; luego, a cenar y descansar, que al día siguiente nos teníamos que levantar un poco más temprano.
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