sábado, 13 de septiembre de 2025

Hermanos en Andalucía-Miércoles 2 de abril de 2025

 

Miércoles 2 de abril de 2025


Al despertar, lo típico, miré el móvil por si tenía algún mensaje: había un wasap de Manolo en el grupo «Hermanos» enviado a la una de la madrugada: «No puedo dormir, creo que tengo la tensión alta». Ninguna de las tres lo habíamos visto, pues mis hermanas acostumbran a dejar el móvil en modo avión para descansar mejor, y yo precisamente esa noche dormí de un tirón. Fuimos a su habitación con natural desasosiego. Nos dijo que había pasado la noche algo mal, con mareo, pesadez en la cabeza y una sensación de inquietud que no le había permitido descansar.

Tomamos así conciencia de que viajar en coche durante algo más de doce horas no era adecuado para personas de nuestra edad. Afortunadamente yo estaba como si nada. Quedamos de acuerdo que por unos días solo conduciría yo.

El desayuno tipo bufet la verdad que era muy completo, con comida caliente como a mí me gusta. A eso de las diez de la mañana nos encaminamos al primer objetivo de nuestra aventura: Olvera. Una hora y pico de agradable conducción hasta llegar a una de las zonas de aparcamiento. Luego, tras caminar por algún angosto callejón, nos encontramos con la famosa calle Calzada. Me llevé una grata sorpresa, pues temía que aún estuviera en obras, tal como había visto cuando buscaba información. Pero no, la bonita calle, de unos cincuenta metros de subida con cómodas escaleras, al final de las cuales se veía imponente la iglesia Nuestra Señora de la Encarnación, estaba acabada.

Desde arriba, frente a la iglesia, se podía observar el bello pueblo blanco entre el verdor del paisaje.

Al pasar delante de la puerta del castillo de Olvera un hombre a gritos ofrecía entrada al mismo por tan solo dos euros. Dudamos un momento si entrar o no, pero decidimos que nos interesaban más los exteriores que los interiores. Además, si nos entreteníamos no podríamos cumplir con lo marcado.

Seguimos deambulando por las bonitas calles con macetas en las paredes hasta llegar a la plaza del ayuntamiento, donde decidimos sentarnos en la terraza de un bar para descansar y tomar un refrigerio. Ya sentados nos llegaba un agradable olor a guiso, y dada la hora que era decidimos quedarnos a comer allí mismo. Así pasamos, como sin darnos cuenta, de la mañana a la tarde.

El siguiente pueblo a visitar, a media hora de Olvera, fue Setenil de las Bodegas, un lugar donde hacía años que tenía puesta una banderita. Si Olvera tiene calles con pendientes, Setenil aún peor; algunas de ellas tienen incluso empinadas y dispares escaleras. Acabamos muy cansados, especialmente mi hermana Beli, que fue acumulando cansancio día tras día.

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