Sábado 12 de abril de 2025
Desayunamos en el tumultuoso hotel, el cual nos pareció un oasis en medio del desierto.
Luego, y tranquilamente, nos dirigimos hacia Terrassa; menos de trescientos kilómetros nos separaban del resto de nuestra familia.
Estaba todo planificado: la idea era llegar a la hora de comer. Lo haríamos en el Viena. Sin embargo, antes pasamos por casa de Maruchi para que dejara la maleta. Hortensia y Javi estaban advertidos de nuestra llegada, y habíamos convenido que ellos vendrían a comer con nosotros. A mi cuñada la acercó su hijo Áker, el cual se marchó tan pronto llegó Javi, pues tenía tareas pendientes en casa y no se podía quedar a comer con nosotros.
Fue chulo encontrarnos los seis y compartir juntos las últimas horas de este precioso viaje. Después de haber pagado la comida le dimos a Maruchi el dinero restante, el que había sobrado del fondo, pues ella, la persona más generosa que he conocido, era quien se lo debía quedar.
Maruchi llevó a Beli a su casa. Javi y yo acercamos a Manolo y Hortensia a la suya. Nosotros, juntitos de nuevo, volvimos a nuestro hogar por la carretera de las curvas, nombre coloquial que le damos a la B-122, la que va de Terrassa a Castellbell y el Vilar, pasando antes por los Caus y Rellinars.
Y yo, en mi mente, pensaba todo el rato en cómo iba a escribir este pequeño libro, donde cuatro hermanos de avanzada edad fueron a visitar el sur de España y a recorrer las calles de su infancia.
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